
En los últimos 25 años, Papelera Andino fue siempre foco de noticias por la suspensión y despido del personal, o por el cese temporario de su producción a raíz de dificultades financieras.
Desde hace algunos meses, esta fábrica situada en Andino y pionera de la industria papelera en el país, volvió a ser noticia por la cesantía masiva de su personal y el cierre del predio.
A diferencias de otras veces, en la ocasión sus propietarios acusaron a la dirigencia sindical por intentar transformar la fábrica en una cooperativa de trabajo, y para ello, “apostaron en contra de sus propias fuentes de empleo”, según denunció en varios medios, el dueño Alberto Gazzotti.
Más allá de las acusaciones o situaciones límites (por ejemplo el reciente corte en el suministro eléctrico por una millonaria deuda a la EPE), el casi centenar de operarios mantienen esperanzas de reabrir la fábrica y así recuperar el empleo, algo a lo que alienta el mismo Gazzotti.
Sin embargo, la realidad muestra un panorama distinto y casi terminal, en relación al futuro del predio fabril. Es que las deficiencias edilicias son tantas que casi todas las instalaciones no cubren las garantías en materia de seguridad e higiene laboral. Para revertir tal cuadro es necesario una inversión millonaria que, ni Gazzotti ni otro empresario, estará dispuesto a realizar, pues ello no sería negocio.
En este contexto, el futuro de Papelera Andino está echado y parece seguir el mismo camino que hace poco tiempo le correspondió a Petroquímica Capitán Bermúdez (ex Electrocolor), cuando sus trabajadores se plantaron ante una deuda salarial y exigieron recuperar su producción, lo que resultó imposible por la precariedad de sus instalaciones. Un calco de lo que sucede en Andino.
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