Si bien algunos responsables
fueron detenidos, otros supuestos proxenetas nombrados en el expediente
jamás fueron citados a declarar.
Una
chica en ropa interior muestra su cuerpo de 14 años al dueño del
prostíbulo. El hombre asiente con la cabeza, pide copia del DNI y al día
siguiente, M. empieza a trabajar por 600 pesos diarios. Así fue el
debut. La ciudad le muestra sus garras de manera brutal. Explotación,
pobreza y abandono. Hombres que por 250 pesos le enseñan a la
adolescente que la vida no tendrá compasión con ella. Después de
sobreactuados operativos policiales con allanamientos a prostíbulos
céntricos (con responsables y chicas detenidas) el testimonio de M., una
joven que hoy ya tiene 17 años y 3 de experiencia en burdeles, logró
develar un entramado donde la facilitación de menores para la
prostitución se enreda con mentiras, contradicciones, complicidad de
policías y una sospechada manipulación de testimonios para favorecer a
algunos proxenetas.
En la declaración
testimonial M., luego de ser detenida (el pasado 19 de octubre en un
burdel ubicado en San Luis 818), le contó a tres integrantes de la
Dirección de Trata de Personas en Rosario la historia de su vida.
Esto,
junto a las pruebas recolectadas en el allanamiento a uno de los
prostíbulos, permitió detener a varias personas. Sin embargo, para
algunos involucrados en la causa los investigadores fueron imparciales:
“Hay gente aludida a la que jamás se la llamó ni siquiera a declarar”,
confiaron.
“Tenia 15 años cuando
empecé a buscar trabajo. Leí un aviso en el diario «Busco chicas con
experiencia» y ofrecían mucho dinero por mes: 8.000 pesos. La dirección
era Sarmiento entre Mendoza y San Juan. Llamé, me atendió un hombre y
fui a verlo a un lugar que se llamaba Palacio Berlusconi”, dice la
linealidad del texto declaratorio.
Del
que surge que M. llegó al Palacio con su prima L.. Allí le piden que se
levante la remera, y que muestre los pechos. El dueño da el ok junto a
los primeros billetes. “Me dio unos 300 pesos para que empezara a
trabajar con mi prima. Empezamos al día siguiente. Lo hicimos desde las 0
hasta las 8. Fue un día sabado del año 2010”, quedó graficado en la
testimonial del 19 de octubre del año pasado.
“El
dueño sabia que yo era menor, me pidió copia del DNI. Pero después me
dijo que no podía estar más y me fui. Cuando me tomó tenía conocimiento
de que yo era menor”, declaró.
Sin
embargo, 12 días después, según consta en un acta audiencia de Cámara
Gesell del 31 de octubre –en los Tribunales de Rosario–, su historia se
modificó en al menos dos puntos llamativos. En la primera declaración
ella mencionaba su debut prostibulario en el Palacio de Berlusconi –hoy
sin funcionamiento tras la clausura
dispuesta en marzo– con 15 años y reconocía que su madre sabía lo que
hacía para ganar el dinero. Ambos detalles no fueron sostenidos después.
Raramente.
El siguiente es parte del diálogo en Tribunales:
—¿Qué familiar sabe lo que hacés?—, le preguntan a M.
—Mi mamá sabe. No le gusta, pero como la ayudo con la economía de la casa ya no me dice nada.
En
la Cámara Gesell, ante la médica forense Alicia Cadierno y la jueza
Irma Bilotta, M. modificó detalles de lo que había afirmado en la
Dirección de Trata. Dijo que comenzó a trabajar a los 14 años, “en mayo,
antes de cumplir los 15”, pero en el burdel donde fue detenida ubicado
en San Luis 818.
“Ganaba 800 pesos por
dia. Tiraba la plata. Gastaba todo en ropa, zapatillas, alquiler y
regalos para mis hermanos. Contribuía con la casa, iba al supermercado,
llevaba cosas a casa, pero porque quería; nadie me obligaba. Nunca le di
plata a mi mamá, le decía que la plata me la prestaba una amiga”.
Una noche en el Palacio
Según
contó la menor en su primera declaración su lugar de trabajo tenía un
living, sillas y mesas. “Una habitación transparente de vidrio en la que
se hacen servicios sexuales mientras otros miran. En el living hacen
shows eróticos en vivo. Ahí yo hacía servicios sexuales orales y
vaginales por 350 pesos. Concurría gente famosa, jugadores de fútbol,
políticos, gente de buen nivel económico”, le dijo a los profesionales.
Y
sumó: “Los servicios se cobraban por adelantado y al finalizar nos
daban el 50 por ciento de lo que hacíamos. El lugar tenia un guardia
seguridad armado y vestido siempre de traje negro. Ahí trabajé varios
meses. Cobraba los servicios por media hora 350 pesos (oral y vaginal).
Despues me fui a Laprida y 9 de julio. Trabajé dos días. Hasta que el
dueño me dijo que no podía ir mas”.
Así siguió el diálogo:
—¿Qué controles se hace para cuidar su salud?
—Una vez al año me hago el PAP, análisis de sangre, HIV, exudados…
—¿Utiliza alguna medida de protección para el cuidado de la salud?
—Siempre uso preservativos. Me los daban en el local.
—¿Quién llevaba el control de los “servicios” que usted hacía?
—Natalia, la encargada de todo (en San Luis 818)
Bulos protegidos
Natalia,
la encargada, está ahora detenida. Según fuentes vinculadas a la causa,
habría tenido intentos de suicidio y está acusada de facilitamiento de
prostitución de menores. Mientras M. se ocupaba de lo suyo, Natalia
hacía cuentas, cobraba, limpiaba, ordenaba el lugar.
Cuando
la policía detiene a Natalia ella confesó que trabajaba por 80 pesos la
noche y que solo era empleada. “El responsable es Pablo y el dueño es
Maxi (hombre de ciudadanía peruana detenido). Pablo, que era el
encargado, hablaba siempre con policías. Venían al local, le pedían
dinero para dejarlo trabajar tranquilo. Supongo que el día que hicieron
el allanamiento a él le habrán avisado”, dijo la mujer en la declaración
indagatoria que formuló en el Juzgado de Instrucción de la décima
Nominación.
—¿Cómo supone eso usted?
—Porque
semanas antes vi actitudes raras. Siempre estaba conmigo, pero después
empezó a distanciarse. El llevaba el control de todo, los clientes, la
recaudación, todo.
Pablo, sin apellido en el expediente, aún está profugo.
“Me
parece muy injusto esto”, dice Natalia. “Yo busqué trabajo como
cualquier otra persona. Hay otras personas que están en libertad, como
la mamá de M. que sabía lo que hacia su hija.
—¿No sabía que era menor?
—No, siempre pensé que era mayor. La chicas se arreglan y maquillan como personas grandes.
Lo que todos sabían
Exhibida
en bombacha, corpiño y zapatos tacos altos, M. se enredaba con el deseo
de hasta siete clientes por noche. Ahora vive con su tía en una casa de
zona norte. La asistencia diaria de trabajadoras sociales de la
Dirección de la Niñez intentaban devolverle algo de lo perdido en la
oscuridad de las calles.
En su declaración testimonial en la Dirección de Trata, dejó en claro que en el burdel no había misterios sobre su edad.
—¿Quién dispone la tarifa?
—La tarifa se me comunica el primer día de trabajo.
—¿Qué cantidad de dinero obtiene con el trabajo?
—Unos 600 pesos por día, depende del trabajo que haya.
—¿En el prostíbulo sabían su edad?
—Sí, todos allí sabían que yo era menor de edad.